domingo, 7 de noviembre de 2010

La Cueva del Diablo

Noé Zavaleta/Enviado especial/Diario de Xalapa

San Andrés Tuxtla, Veracruz.- Tres chamanes nahuales y un demonólogo resguardan la entrada a la Cueva del Diablo, adentro, en sus primeros cien metros, cientos de veladoras encendidas sobre las paredes y en sus cimientos fangosos, una decena de personas. Las últimas en salir hacen sus ritos invocando al "señor de las tinieblas".

En la cueva, el tránsito de los murciélagos es constante, rozan las cabezas humanas y su chillar agudo estremece la piel. En el altar principal reposan cartas, oraciones y "favores especiales" que los visitantes piden a la "Santísima Muerte" y al "caballero de la oscuridad".

Es la Cueva del Diablo, una gruta que según los lugareños tiene --hasta donde han podido llegar-- doce kilómetros de extensión, en este lugubre recinto, "chamanes", hechiceros, brujos, adoradores de la Santa Muerte y creyentes de sectas satánicas, así como turistas y curiosos vienen a dar gracias por "todos los favores recibidos" durante el año astral.

En lo más alto y sinuoso de la laguna encantada se encuentra dicha gruta, ochocientos metros a pie, desde el camino de terracería que conduce a pie a la Cueva del Diablo.

Casi un kilómetro que entre la escalinata, sortear rocas, y agarrarse de los árboles para no caer en la laguna, se torna en 45 minutos de trayecto.

Es la una de la mañana del primer viernes de marzo y los "chamanes nahual" han adecuado el camino: siete veladoras en una base de roca muestran el camino sobre la selva de Los Tuxtlas.

Unas 400 personas asistieron a la misa negra, oficiada en el pentagrama dibujado con cal blanca en la parte baja de la Cueva del Diablo. La hermana Dominga Roque y el demonólogo Gerardo León encabezaron la ceremonia; posterior a la misa se llevó la etapa de sanación.

La Dirección de Turismo municipal de San Andrés Tuxtla explica que este ritual en la Cueva del Diablo, dentro de la laguna encantada, es un ritual desconocido para la mayoría de los veracruzanos, incluso para muchos de los que habitán en la región.

"Para ellos es un ritual muy cerrado, muy sagrado y muy sectario", resume Adriana León, subdirectora de Turismo del ayuntamiento.

Adentro de la cueva, el surrealismo se mezcla con la realidad y ésta se vuelve un viaje entre lo sobrenatural y lo escabroso. Oraciones a la inversa de los católicos se puede escuchar entre los presentes.

"Señor de la oscuridad ilumina mi camino, los males que nos desean nuestros enemigos se les reviertan a ellos", y a forma de sellar el rito, la acción de persignarse se canjea por un ruido gutural emanado de las entrañas, acompañado de un estremecer de cuerpo, similar a una sacudida.

El vino de consagrar es catifixiado por ron y mientras el rezo se realiza ante el señor de las tinieblas, los asistentes guardan un sepulcral silencio que únicamente es irrumpido por el chillido agudo de la parvada de murciélagos.

"Pinches animales, cómo los odio", exclama el reportero gráfico, mientras una decena de éstos pasa sobre la cabeza y los hombros, aleteando.

La mirada recriminadora de los asistentes es inmediata. Estos marsupiales son parte del rito.

En la cueva reposan también las ofrendas; veladoras, cirios, flores y licor son parte de la ofrenda.

Gerardo León ha venido desde Michoacan para cumplir a la "Santísima" todos los favores recibidos, asegura ser especialista en exorcismo, por eso su denominación de demonólogo.

Son las tres y media de la mañana del viernes y la gente con su manda ya cumplida se retira a su domicilio       Resguardan Cueva del Diablo

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