domingo, 7 de noviembre de 2010

Los huevos fantasma


Ha oído usted hablar de los huevos encantados? No se trata de ninguna especialidad gastronómica típica de una tierra muy hospitalaria. Si realmente existieran las casas encantadas y los bosques encantados, por la misma lógica un galés de 45 años podría ufanarse de personificar el primer caso de la historia de huevos encantados.
Para el doctor Harding, radiólogo del hospital Royal Gwent de Newport (Gales, Reino Unido), aquel paciente no debía de ser diferente a tantos otros: un varón derivado a escáner de tomografía computerizada por un problema de criptorquidismo o testículo no descendido a la bolsa escrotal, una anomalía que afecta a un porcentaje de recién nacidos y que en la mayoría de los casos se resuelve por sí solo durante los primeros meses de vida. Según relata Harding en su brevísimo informe, publicado en 1996 en Journal of the Royal Society of Medicine, la ecografía previa reveló una normalidad anodina en el testículo y epidídimo izquierdos. En cambio, no había rastro de sus colegas derechos, “ni en la bolsa escrotal, ni en la región inguinal derecha”, escribió Harding.
¿Qué había sido de ellos? El radiólogo aplicó el escáner a la escena del crimen, y lo que entonces encontró probablemente lo acompañará mientras viva. En sus propias palabras, “en el escáner del abdomen y la pelvis, el testículo derecho no fue identificado, pero el lado izquierdo del escroto parecía estar ocupado por una aparición fantasmal que gritaba”. Cierto: estamos ante un lenguaje poco ortodoxo en una publicación científica. El diagnóstico de Harding difícilmente es aceptable, ni para una revista especializada, ni mucho menos para el paciente, quien debió de acudir a la consulta confiando en la recuperación de su órgano fantasma, para encontrarse con que el verdadero poltergeist lo llevaba colgando en el otro. Pero siendo justos, no es difícil imaginarse al bueno del doctor revolviendo tratados de medicina en busca de la jerga técnica adecuada, antes de rendirse por fin a la evidencia de que aquello sólo podía definirse escrupulosamente, no como un testículo fantasma, sino como un fantasma de los cojones.
No consta qué fue del doctor y su paciente, pero no hay indicios de que compartiesen plató televisivo con doblacucharas o alienígenas de incógnito. Quizá el mejor antídoto contra la posible conversión de la anécdota en alpiste paranormal fuese precisamente el gracejo que aplicó el médico a su informe: “¿Y el testículo derecho? No se encontró. Si usted fuese un testículo derecho, ¿querría compartir el escroto con eso?”.
Libre » Un escáner saca foto a un fantasma en el escroto

No hay comentarios:

Publicar un comentario